"Deducir la forma a través de la función."
No andaba muy alejado de la frase planteada por Walter Gropius el arquitecto Miguel Fisac en los años 60 cuando estudia una manera nueva de comprender la construcción de la obra arquitectónica. Si bien se podría haber ahorrado el esfuerzo de diseñar y calcular su propio sistema constructivo utilizando la materialidad cotidiana, Fisac da un paso más e inventa, de manera autodidacta, su juego propio. Una traslación de la técnica del hormigón pretensado de la ingeniería a la arquitectura canalizada por la invención de sus propios soportes; elementos que formalizan per se, una nueva variable con la que idear y jugar en el proceso proyectual.
El diseño de cada pieza es único e intransferible. Cada obra, como cada ser vivo, contiene su propio sistema estructural que adopta la forma apropiada para su uso; Fisac diseña así, los huesos del edificio.
La verdadera cualidad artesanal de arquitecto como tal la refleja Miguel Fisac en la invención de las piezas. Es en la búsqueda del "qué" donde encontramos el "cómo", una búsqueda que aspira mucho más allá de la propia cuestión funcional. Se vislumbra el desafío de proyectar una piel total del edificio, un único elemento constructivo que formalice de manera compacta el conjunto de elementos necesarios para realizar tal protección.
Generalmente, los elementos proyectados más literales son las vigas que simulan columnas vertebrales reales. Son la prolongación de estas al exterior y su peculiar forma las que dotan de singularidad y sinceridad las obras de Fisac. El elemento sustentante no quiere estar olvidado, es de hecho, el proyecto en sí.
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